Para hablar de este nuevo libro, no quiero ni puedo ser objetiva. Podría decir, que, a lo largo de estos treinta años, Silvia Freire ha cimentado su legado.
Y lo hace con su propia madera, con sus emociones y con su conducta.
Las historias breves son una especialidad de Silvia. A través de esas tramas nos trasmite otras ideas, que, de otro modo, tal vez, rechazaríamos.
En cada capítulo nos desnuda historias propias, vividas en su entorno, en su propia piel. Y esa cercanía es la que nos conquista.
Muchos de nosotros fuimos educados en el dicho “mejor ni hablar de ciertas cosas”. En un tácito tabú. Freire nos invita, nos convoca y nos provoca a darnos una segunda educación. Para sanar, para poder ver las cosas, los eventos y las personas de otra manera.
En ese afán nos lleva de su mano al mundo de nuestra niñez, nos invita a mirar a ese niño, a esa niña que fuimos. A observar cómo nos relacionábamos, y cómo fuimos enseñados a relacionarnos. Nos confronta con la posibilidad de abrirnos a una forma más elevada de conciencia, en la que todo el Conocimiento está presente y dentro nuestro.
Podría decir que este libro honra el Conocimiento. Honra la práctica.
Nos sigue mostrando que el miedo y la ignorancia navegan en la superficie del vasto océano de nuestra conciencia. Y que somos mucho más que eso. En lo profundo, no hay miedo. Podemos descansar en el Ser.
Su obra, su presencia incondicional ha cambiado la vida de cientos de mujeres, las ha hecho verse, observarse, interrogarse, y cambiar su vida, así como ella cambió la suya.
Es, desde hace treinta años, un aire tibio de primavera que nos interpela. Una y otra vez.
Y queremos más. Queremos saber cómo abordar el arte de las relaciones. Y por eso, contestando a nuestra pregunta silenciosa, nos entrega esta nueva oportunidad. Gracias por eso.
Angeles Ascasubi